Todavía recuerdo los días del match por el Campeonato Mundial entre Spassky y Fischer, en 1972. Era un niño de nueve años haciendo mis primeros pasos en la carrera ajedrecística, en la pacífica Bakú. Por supuesto, sabía que Spassky, el campeón del mundo reinante, era un jugador muy fuerte, pero tenía la idea de que Fischer, mi ídolo de ajedrez de entonces, era un jugador de otro calibre, alguien que pertenecía a una clase en sí misma. Cuando comparo mi propia carrera con la de Fischer, tengo que admitir que gocé de ciertas ventajas sobre él. Fischer no tuvo a nadie al lado de él que lo llevara a las alturas que alcanzó, mientras que yo he sido privilegiado en tener un jugador de alta clase como Kárpov, quien me obligó a ejercer y a avanzar aún más. Si uno pudiera juzgar la fuerza de un jugador comparándolo con la de sus contemporáneos, me parece que los logros de Fischer son imposibles de sobrepasar. El espacio entre él y sus más cercanos rivales fue el más amplio que ha habido entre el Campeón del Mundo y los jugadores de más alto rating de su tiempo. Él estaba unos 10 a 15 años por encima de su tiempo, en preparación y comprensión. Esto puede atribuirse en parte a su dedicación al juego, que jamás fue igualada por otros jugadores antes o en su tiempo.

Gary Kasparov en el prólogo del libro Bobby Fischer, his Approach to Chess, de Elie Agur (Ed. Cadogan, 1992)


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lunes, 19 de mayo de 2008

La lupa del entrenador: Los cazatalentos (headhunters)

Por el MI Alejo de Dovitiis


Una figura muy usual en el mundo de las empresas es la de las personas con habilidades para reclutar a jóvenes profesionales que serán los ejecutivos estrellas del mañana.

En la esfera del ajedrez, principalmente en Occidente, no es una situación muy típica la planteada. En China, Rusia y otras naciones ex soviéticas existen escuelas de niños con condiciones especiales para el juego de los trebejos.

Esta nota podría sonar a un reclamo hacia los dirigentes del ajedrez pero por encima de ello analicemos qué condiciones de idoneidad debe reunir un entrenador captador de ajedrecistas con futuro y qué aptitudes y actitudes debe poseer un infante de semejantes características.

Los reclutadores de ajedrecistas deben ser ante todo buenos profesores y quizás, mejor aún, entrenadores de prolongada trayectoria para poder entender y vislumbrar las bondades del pequeño que se le presenta como un enorme talento ajedrecístico. No basta sólo con el buen entendimiento del juego para poder captar la esencia talentosa de un niño.

Los jóvenes talentos deben poseer varios “valores agregados” y que los mismos puedan ser visibles por la gente entendida en la materia:

a La fluidez en el juego (facilidad para hacer buenas jugadas) en partidas de distintos ritmos y circunstancias.
a La tenacidad en situaciones dificultosas.
a La perseverancia en el estudio y en la práctica como señales de constante superación.
a El respeto medido (y no excesivo) por sus oponentes más fuertes o experimentados.
a La mentalidad competitiva de ser “el mejor que pueda ser” y proponerse nuevas metas ambiciosas pero posibles.
a La mentalidad ganadora de ir siempre en pos de la victoria con objetividad pero con alma de campeón.
a Las ganas por aprender, sea cual fuere el nivel de juego alcanzado.

A todo esto, un entrenador con años en la materia le suma su ojo clínico, el cual se ejercita y se agiganta con los años de labor.

Argentina tiene muchos niños y niñas talentosas pero lamentablemente no tiene un programa sistemático para potenciar al máximo a cada uno de ellos. Estamos en deuda con las futuras generaciones de ajedrecistas.

Alejo de Dovitiis © 2008.

NB: Esta nota ha sido extraída del blog Tácticos y Estrategas del Maestro de Dovitiis.

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